miércoles, 16 de octubre de 2013

EVALUACION DE LA FORMACION BASADA EN COMPETENCIAS EN EDUCACIÓN SUPERIOR


EVALUACIÓN DE LA FORMACION BASADA EN COMPETENCIAS EN EDUCACIÓN SUPERIOR

“Enseñar puede ser fácil; lo difícil es enseñar bien”
Suspender es fácil; reorientar, reenseñar para que
alguien aprenda lo que antes no aprendió excluye
ser un docente repetitivo -casi mecánico-; exige
ser flexible e innovador, creativo, evaluador.

RESUMEN:
Son múltiples las razones por las cuales es preciso estudiar, comprender la evaluación de la formación basada en competencias como nuevo modelo educativo en educación superior, en primer lugar, pretende cambiar la política educativa en nuestro país, y esto hace que sea necesario que todo docente aprenda a desempeñarse con idoneidad en este modelo, en segundo lugar, porque las competencias son la orientación fundamental de diversos proyectos internacionales de educación, como el Proyecto Tuning de la Unión Europea o el proyecto Alfa Tuning Latinoamérica, y en último lugar porque las competencias constituyen la base fundamental para orientar el currículo, la docencia  y el aprendizaje desde un marco de calidad.
El concepto de competencia es diverso, según el ángulo del cual se mire o el énfasis que se le otorgue a uno u otro elemento, pero el más generalizado y aceptado es el de “saber hacer en un contexto”.
La evaluación es, quizás, el más importante de todos los procesos involucrados en la educación, sobre todo en la educación superior, pues a través de él se decide la suerte del estudiante, sobre todo cuando se evalúa para controlar y decidir con base en “ganar-perder”.
En la evaluación basada en competencias, los profesores emiten juicios fundamentados en una variedad de evidencias que demuestran hasta dónde un estudiante satisface los requisitos exigidos por un estándar o conjunto de criterios.
PALABRAS CLAVES: Evaluación, competencias, educación superior
INTRODUCCION
Vivimos en una época de transformaciones cada vez más importantes y complejas, a las que es preciso adaptarse cada vez con mayor rapidez. El cambio, paradójicamente, se ha convertido en una constante en nuestra sociedad.
El concepto de competencia es diverso, según el ángulo del cual se mire o el énfasis que se le otorgue a uno u otro elemento, pero el más generalizado y aceptado es el de “saber hacer en un contexto”.
Esta modalidad formativa o enfoque educativo es una manera de dar respuesta a las necesidades personales, sociales, profesionales, culturales... que plantea la sociedad de nuestros días.
El enfoque de competencias implica cambios y transformaciones profundas en los diferentes niveles educativos, y seguir este enfoque es comprometerse con una  docencia de calidad, buscando asegurar el aprendizaje de los estudiantes.
La evaluación es, quizás, el más importante de todos los procesos involucrados en la educación, sobre todo en la educación superior, pues a través de él se decide la suerte del estudiante.

DESARROLLO
Son múltiples las razones por las cuales es preciso estudiar, comprender y aplicar el enfoque de la formación basada en competencias.
- Porque es un nuevo modelo educativo en educación superior y esto hace que sea necesario que todo docente aprenda a desempeñarse con idoneidad en este modelo.
- Porque las competencias son la orientación fundamental de diversos proyectos internacionales de educación, como el Proyecto Tuning de la Unión Europea o el proyecto Alfa Tuning Latinoamérica.
- Porque las competencias constituyen la base fundamental para orientar el currículo, la docencia y el aprendizaje desde un marco de calidad, ya que brinda principios, indicadores y herramientas para hacerlo, más que cualquier otro enfoque educativo.
El concepto de competencia es diverso, según el ángulo del cual se mire o el énfasis que se le otorgue a uno u otro elemento, pero el más generalizado y aceptado es el de “saber hacer en un contexto”. El “saber hacer”, lejos de entenderse como “hacer” a secas, requiere de conocimiento (teórico, práctico o teórico-práctico), afectividad, compromiso, cooperación y cumplimiento, todo lo cual se expresa en el desempeño, también de tipo teórico, práctico o teórico-práctico. Por ejemplo, cuando alguien lee un texto y lo interpreta (saber hacer) ejecuta una acción (desempeño) en un contexto teórico (contenido del texto). Cuando un mecánico empírico arregla un vehículo (desempeño) aplica un conocimiento práctico en un contexto (situación y condiciones en que se da el desempeño) igualmente práctico.
Según Echeverría (2001; 2002) es el “Saber y Sabor Profesional”, el cual define estos componentes de la forma que sigue:
Saber o competencia técnica: conjunto de conocimientos especializados y relacionados con un determinado ámbito profesional, que permiten dominar de forma experta los contenidos y las tareas propias de la actividad laboral.
Saber hacer o competencia metodológica: saber aplicar los conocimientos a situaciones laborales concretas, utilizando los procedimientos más adecuados, solucionando problemas de forma autónoma y transfiriendo las experiencias adquiridas a nuevas situaciones.
Saber estar o competencia participativa: conjunto de actitudes y habilidades interpersonales que permiten a la persona interactuar en su entorno laboral y desarrollar su profesión.
Saber ser o competencia personal: características y actitudes personales hacia sí mismo, hacia los demás y hacia la propia profesión, que posibilitan un óptimo desempeño de la actividad profesional, la cual esta esquematizada en el siguiente gráfico.

 
Existen tantas definiciones como modelos, para profundizar en este tema, exponemos brevemente, recogidos en el siguiente cuadro, algunos modelos de competencia representativos y que nos ayudarán a comprender un poco más acerca de ellos.
 
 
La evaluación es, quizás, el más importante de todos los procesos involucrados en la educación, sobre todo en la educación superior, pues a través de él se decide la suerte del estudiante. Este puede evadir, a veces con mucha dificultad, las metodologías de enseñanza inapropiadas, pero es casi imposible escapar de las formas evaluativas inconvenientes que usan algunos docentes, sobre todo cuando se evalúa para controlar y decidir con base en “ganar-perder”.
A juicio de McDonald y colaboradores, las prácticas tradicionales de evaluación presentan los siguientes inconvenientes:
-          Se concentran sobre aquellas materias más fáciles de evaluar, lo cual conduce a un énfasis exagerado en la memorización y en la obtención de habilidades en los niveles más bajos.
-          Estimula a los estudiantes a focalizar sobre aquellos tópicos que son evaluados, a expensas de los que no lo son.
-          Los estudiantes otorgan más importancia a las tareas cuya evaluación se requiere para obtener una calificación, pero no así a las que no necesitan este requisito.
-          Los estudiantes adoptan métodos de aprendizaje indeseables, influidos por las estrategias inapropiadas de evaluación.
-          Los estudiantes muchas veces memorizan conceptos equivocados sobre aspectos claves de las materias que han aprobado, a pesar de lograr un buen desempeño en las evaluaciones.
-          Los estudiantes exitosos buscan apuntes de los docentes con el fin de identificar lo que es importante para aprobar las evaluaciones formales. En consecuencia ignoran materiales primordiales pero no evaluables.
Agrega McDonald que como resultado de lo anterior se concluye que los métodos de evaluación existentes pueden tener efectos completamente opuestos a los que buscan. Afortunadamente, el tema de la relación entre competencia, aprendizaje y evaluación ha vuelto a colocarse en el centro de la escena y es posible mirar nuevamente los modos en que la evaluación puede complementar dos requerimientos necesarios: evaluar la competencia y tener un efecto beneficioso sobre el proceso de aprendizaje. Existen diferencias en cuanto a la evaluación tradicional y la evaluación basada en competencias como se detalla en la siguiente tabla.

La buena evaluación no supone sólo encontrar un método apropiado y usarlo adecuadamente, pues en ella siempre se obtienen consecuencias no buscadas. Según algunas experiencias, en determinadas circunstancias, los estudiantes aprenden a adoptar procedimientos superficiales o mecánicos para estudiar (tales como los basados en la memorización) y en otras asumen métodos más profundos o significativos. Sea lo uno o lo otro, ellos están parcialmente influidos por la naturaleza y forma de la evaluación. Por ejemplo, si tienen la idea de que la memorización funciona en las pruebas de opción múltiple, persistirán en esta estrategia a pesar de estar convencidos de que ella no les beneficiará. Además, los estudiantes no responden solamente a las exigencias de una materia en particular, ya que en el momento de una evaluación traen consigo la totalidad de sus experiencias previas de aprendizaje y evaluación, lo cual se extiende más allá de las materias a las que asisten en ese instante o a las precedentes inmediatamente.
Ante las reflexiones anteriores, es pertinente preguntarse: ¿por qué la evaluación basada en competencias? McDonald considera que un enfoque de evaluación basado en competencias es altamente apropiado en la formación profesional, ya que permite:
-          Asegurar que la enseñanza y la evaluación estén al servicio de los resultados esperados, en lugar de los cursos desarrollados o el tiempo utilizado.
-          Facilitar el otorgamiento de créditos a las competencias adquiridas en otros lugares.
-          Ayudar a los estudiantes a comprender claramente lo que se espera de ellos si quieren tener éxito en el curso.
-          Informar a los empleadores potenciales lo que significa una calificación particular.
El proceso de adquisición y/o desarrollo de las competencias en el ámbito educativo requiere que éstas se prevean a través de logros o metas. El logro esperado es lo que se desea obtener del estudiante en su proceso formativo y que se expresa en el desempeño, sea éste teórico, práctico o teórico-práctico. El logro alcanzado es el resultado, lo que ya es una realidad. Por lo tanto, la evaluación comparará hasta dónde los logros esperados se convierten en logros alcanzados. Los indicadores de logros son señales, evidencias, sobre el desempeño del estudiante. Desde esta perspectiva, ¿cómo concebir la evaluación? “Evaluar es comprender”, sostiene Santos. Pero, ¿qué comprender?
En la evaluación basada en competencias, los profesores emiten juicios fundamentados en una variedad de evidencias que demuestran hasta dónde un estudiante satisface los requisitos exigidos por un estándar o conjunto de criterios. Para ello deben:
-          Establecer los criterios de evaluación. Éstos deben detallarse suficientemente (qué evaluar, logros e indicadores de logros, etc.) y ser familiares a los estudiantes para que ellos puedan juzgar hasta dónde dichos criterios han sido satisfechos.
-          Decidir la evaluación con base en la comparación entre los logros esperados y las evidencias detectadas
-          Registrar los resultados
-          Revisar los procedimientos usados en la evaluación
Los enfoques integrales de evaluación del desempeño combinan conocimiento, entendimiento, solución de problemas, habilidades técnicas, actitudes y ética de la evaluación. Una evaluación integrada u holística se caracteriza por estar orientadas a problemas, ser interdisciplinaria, cubrir grupos de competencias, exigir habilidades analíticas y combinar la teoría con la práctica.
La evaluación ha estado influenciada fuertemente por concepciones centradas en el control, con el fin de vigilar y monitorear la presencia de los estudiantes en el sistema educativo. De allí términos como “perdió”, “ganó”, “aplazó”, “superó”, “recuperó”, “habilitó”, para referirse a los logros de los estudiantes. Pero, ¿qué se “pierde” o “gana”, qué se “recupera” o “habilita”? Si la disyuntiva es “ganar” o “perder”, ¿no radicará aquí la actitud de algunos estudiantes cuando se roban los exámenes, se copian de los compañeros durante las evaluaciones o usan los “recordatorios” o “machetes”? ¿Acaso no se estará transmitiendo subliminalmente el mensaje “ganar a cualquier precio”, mintiendo y engañando? Desde esta perspectiva, los resultados deficitarios se atribuyen, por lo general, a los estudiantes, quienes son catalogados como “vagos”, “mal preparados”, “no saben leer”, “no comprenden”, etc. Todas estas concepciones se encuentran impregnadas fuertemente en la mente y el corazón de no pocos profesores, estudiantes y padres de familia, sin que medie mayor reflexión sobre el profundo significado que poseen.
A través del control, la evaluación va marginado del sistema educativo a quienes no aprueban los exámenes, permaneciendo en él sólo aquellos que los superan, sin que se investigue seriamente qué sucede con los estudiantes “perdedores”. Dos preguntas de grueso calibre continúan sin clarificarse plenamente: ¿Hasta dónde existe una relación entre éxito en las evaluaciones y éxito en el desempeño laboral? ¿Hasta dónde los resultados de los exámenes, sobre todo escritos, ocultan otras competencias que deben poseer los futuros profesionales?
Todas estas ideas y prácticas desdibujan la verdadera naturaleza de la evaluación. Desde la perspectiva cualitativa la esencia de la evaluación es comprender lo que sucede en los procesos de aprendizaje y enseñanza. Es mucho más que un momento final del proceso formativo en el que se comprueban los logros, es una actividad permanente, reflexiva, compartida entre estudiantes y profesores y apoyada en evidencias de diversos tipos, no exclusivamente los exámenes, sobre todo cuando éstos se reducen a los denominados “primeros parciales”, “segundos parciales” y “exámenes finales”, lenguaje y prácticas muy arraigadas en la educación superior.
Santos se refiere a las siguientes funciones de la evaluación:
-          Diagnóstico: permite conocer las ideas de los estudiantes, los errores que cometen, las principales dificultades en que se encuentran, los logros más importantes alcanzados. Desde luego, los profesores también debemos autodiagnosticarnos.
-          Dialogo: escenario para reflexionar y compartir sobre la enseñanza y el aprendizaje, en el cual intervengan los estudiantes, los profesores, las familias y otros sectores sociales preocupados por la educación.
-          Comprensión: facilita la interpretación, argumentación y proposición de lo que sucede en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Esta es la principal característica de la evaluación, su valor esencial.
-          Retroalimentación: facilita la reorientación de los procesos de enseñanza y aprendizaje. No sólo en lo referente al trabajo académico de los estudiantes, sino también a la planificación de la enseñanza, a los contextos de aprendizaje y al desempeño docente.
-          Aprendizaje: es un momento muy propicio para que profesores y estudiantes detecten si las competencias y los conocimientos adquiridos, así como las pedagogías usadas son adecuados, claros, pertinentes, significativos y relevantes.
La evaluación cualitativa, como valoración de los logros, analiza y verifica hasta dónde éstos se han alcanzado, hasta dónde se es competente. Desde esta mirada, evaluar es atribuir sentido y significado a los logros e indicadores de logros. Esta interpretación de los logros se fundamenta en determinadas concepciones pedagógicas y en la naturaleza de los saberes y las disciplinas.
La evaluación cuantitativa con mayor arraigo escolar muy tradicional, más que valorar logros, comprender y detectar niveles de desempeño, mide qué tanta información posee el estudiante, según el número de respuestas correctas en los exámenes, sobre todo cuando se responde sin mayor comprensión, “a punta de memoria”. La evidencia más clara de este proceder es prohibir a los estudiantes usar fuentes y medios (textos, calculadoras, datos, etc.) y conversar entre ellos durante los exámenes, prácticas éstas esenciales en la vida profesional cuando se ignora algo. Se trata, nada más ni nada menos, de una evaluación memorística, artificial, alejada del verdadero desempeño profesional ¿Hasta dónde este tipo de evaluación refleja las competencias intelectuales y comunicativas de los estudiantes que posteriormente serán transferidas a la práctica profesional?
En cuanto a los promedios estadísticos, asumidos como indicadores cuantitativos de desempeño académico, éstos distorsionan la naturaleza del aprendizaje, del conocimiento y de las competencias. Por ejemplo, si un estudiante X en un determinado momento alcanza una calificación de 2.5 debido al insuficiente dominio de un tema o a la escasa habilidad para realizar un trabajo o práctica, pero más adelante supera tales falencias y obtiene una nota de 4.0, entonces no se puede decir que sabe “a medias” (3.25) como resultado de promediar las dos calificaciones. Sin embargo, el estudiante “pasa” la asignatura.
Pero, ¿qué acontece con el resto de su rendimiento académico, con sus competencias? De persistir esta situación a lo largo de los estudios, ¿qué ocurrirá con su futuro desempeño profesional? De allí la necesidad de saber, en verdad, cuales son los logros de los estudiantes, por medio de unos indicadores que comprueben la adquisición de las competencias y de los conocimientos esperados.
Además existe lo que denominamos evaluación participativa, experimentada con estudiantes universitarios, en la cual los juicios valorativos son elaborados conjuntamente por los estudiantes y el profesor.
El procedimiento en la evaluación participativa puede desarrollarse así:
-          El estudiante se autoevalúa individualmente (autoevaluación)
-          Los estudiantes se evalúan entre sí, organizados en grupos no mayores de cinco (cooevaluación intragrupo). Los grupos también pueden evaluarse entre ellos (cooevaluación intergrupo).
-          El profesor evalúa (heteroevaluación) teniendo en cuenta la autoevaluación y la cooevaluación, y coordina el análisis e interpretación de los resultados, realizado conjuntamente con los estudiantes.
CONCLUSONES
Con este artículo se brinda una visón amplia en cuanto a la evaluación de la formación basada en competencias, donde los estudiantes: “interpretan y argumentan las principales teorías psicológicas sobre el desarrollo humano”. Al momento de evaluar tiene en cuenta el siguiente formato, tanto para la autoevaluación, la cooevaluación (inter e intragrupo) y la heteroevaluación.
Actualmente, la forma de evaluación preponderante, casi única, es la que realiza el profesor a los estudiantes (heteroevaluación). Pero, ¿por qué no involucrar a los estudiantes permitiéndoles que se autoevalúen y coevalúen (unos a otros)?, en la actualidad estos procedimientos contribuyen en gran medida a consolidar la responsabilidad y el autocontrol en los estudiantes valores fundamentales en el ser humano para un buen desempeño laboral y personal. Pero, ¿será que los profesores tememos perder el poder que nos ha otorgado la evaluación para incidir en el porvenir de los estudiantes? ¿Será que no creemos en los estudiantes? Sin embargo, muchas veces sermoneamos sobre la educación en valores como esencia de la formación integral.
BIBLIOGRAFIA
1.      Echeverría, B. (2001). Configuración Actual de la Profesionalidad. Letras de Deusto; 31 (91): 35- 55.
2.      Echeverría, B. (2002). Gestión de la Competencia de Acción Profesional. Revista de Educación Educativa; 20 (1): 7- 43.
3.      GARDNER, Howard. Inteligencias múltiples. Barcelona: Paidós, 1995.
4.      GONCZI, Andrew. “Problemas asociados con la implementación de la educación basada en la competencia: de lo atomístico a lo holístico”. En: CINTERFORT/OIT. Formación basada en competencia laboral. 1997.
5.      GONCZI, Andrew. “Análisis de las tendencias internacionales y de los avances en educación y capacitación laboral basadas en normas de competencias”. En: ARGÜELLES, Antonio y GONCZI, Andrew. Educación y capacitación basada en normas de competencias: una perspectiva internacional. México: Limusa, 2001.
6.      GONCZI, Andrew y ATHANASOU, James. Instrumentación de la educación basada en competencias. Perspectiva de la teoría y la práctica en Australia. Limusa, 1996.
7.      HARRIS, R, et al. Competency-based education: Between a rock and whirlpool. McMillan: Melbourne. En: ARGÜELLES, Antonio y GONCZI, Andrew. Educación y capacitación basada en normas de competencias: una perspectiva internacional. México: Limusa, 2001.
8.      MACDONALD, Rod, et al. “Nuevas perspectivas sobre la evaluación”. UNESCO, París, 1995. En: CINTERFOR-OIT. Competencias laborales en la formación profesional. Boletín Técnico
9.      MASSEILOT, Héctor. “Competencias laborales y procesos de certificación ocupacional”. En: CINTERFOROIT. Competencias laborales en la formación profesional. Boletín Técnico Interamericano de Formación Profesional. N° 149, mayo-agosto de 2000.
10.  ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO. Formación profesional. Glosario de términos escogidos. Ginebra, 1993.
11.  PÉREZ ABRIL, Mauricio. “Competencia textual, competencia pragmática y competencia argumentativa. Ejes de la evaluación de producción de textos”. En: Evaluación de Competencias básicas. Bogotá: Universidad Nacional, 1999.
12.  RODRÍGUEZ MORENO, María Luisa y GALLEGO, Sofía. El proyecto profesional, herramienta de intervención en la función tutorial universitaria. Madrid: Revista española de orientación y psicopedagogía, Vol. 10, N° 17, 1999.
13.  SANTOS GUERRA, Miguel Ángel. Evaluar es comprender. Buenos Aires: Magisterio Río de la Plata, 1998.
14.  STEVENSON J. “The political colonization of the cognitive construction of competence”. En: MISKO, Josie y ROBINSON, Chris. La capacitación basada en normas de competencia en Australia. En: ARGÜELLES, Antonio y GONCZI, Andrew. Educación y capacitación basada en normas de competencias: una perspectiva internacional. México: Limusa, 2001.
15.  VARGAS ZUÑIGA, Fernando. Competencia en la formación y competencia en la gestión del talento humano. Convergencias y desafíos. CINTERFOR/OIT, www.cinterfor.org.uy , 2002.

No hay comentarios:

Publicar un comentario