EVALUACIÓN DE LA FORMACION BASADA EN COMPETENCIAS EN EDUCACIÓN SUPERIOR
“Enseñar puede ser fácil; lo difícil es enseñar bien”
Suspender es fácil; reorientar, reenseñar para que
alguien aprenda lo que antes no aprendió excluye
ser un docente repetitivo -casi mecánico-; exige
ser flexible e innovador, creativo, evaluador.
RESUMEN:
Son
múltiples las razones por las cuales es preciso estudiar, comprender la
evaluación de la formación basada en competencias como nuevo modelo educativo
en educación superior, en primer lugar, pretende cambiar la política educativa
en nuestro país, y esto hace que sea necesario que todo docente aprenda a
desempeñarse con idoneidad en este modelo, en segundo lugar, porque las
competencias son la orientación fundamental de diversos proyectos
internacionales de educación, como el Proyecto Tuning de la Unión Europea o el
proyecto Alfa Tuning Latinoamérica, y en último lugar porque las competencias
constituyen la base fundamental para orientar el currículo, la docencia y el aprendizaje desde un marco de calidad.
El
concepto de competencia es diverso, según el ángulo del cual se mire o
el énfasis que se le otorgue a uno u otro elemento, pero el más generalizado y
aceptado es el de “saber hacer en un contexto”.
La evaluación es, quizás, el más importante de todos los procesos
involucrados en la educación, sobre todo en la educación superior, pues a
través de él se decide la suerte del estudiante, sobre todo cuando se evalúa para
controlar y decidir con base en “ganar-perder”.
En la evaluación basada en competencias, los profesores emiten
juicios fundamentados en una variedad de evidencias que demuestran hasta dónde
un estudiante satisface los requisitos exigidos por un estándar o conjunto de
criterios.
PALABRAS CLAVES: Evaluación, competencias,
educación superior
INTRODUCCION
Vivimos
en una época de transformaciones cada vez más importantes y complejas, a las que
es preciso adaptarse cada vez con mayor rapidez. El cambio, paradójicamente, se
ha convertido en una constante en nuestra sociedad.
El
concepto de competencia es diverso, según el ángulo del cual se mire o
el énfasis que se le otorgue a uno u otro elemento, pero el más generalizado y
aceptado es el de “saber hacer en un contexto”.
Esta
modalidad formativa o enfoque educativo es una manera de dar respuesta a las necesidades
personales, sociales, profesionales, culturales... que plantea la sociedad de
nuestros días.
El
enfoque de competencias implica cambios y transformaciones profundas en los
diferentes niveles educativos, y seguir este enfoque es comprometerse con
una docencia de calidad, buscando
asegurar el aprendizaje de los estudiantes.
La evaluación es, quizás, el más importante de todos los procesos
involucrados en la educación, sobre todo en la educación superior, pues a
través de él se decide la suerte del estudiante.
DESARROLLO
Son
múltiples las razones por las cuales es preciso estudiar, comprender y aplicar
el enfoque de la formación basada en competencias.
-
Porque es un nuevo modelo educativo en educación superior y esto hace que sea
necesario que todo docente aprenda a desempeñarse con idoneidad en este modelo.
-
Porque las competencias son la orientación fundamental de diversos proyectos
internacionales de educación, como el Proyecto Tuning de la Unión Europea o el
proyecto Alfa Tuning Latinoamérica.
-
Porque las competencias constituyen la base fundamental para orientar el currículo,
la docencia y el aprendizaje desde un marco de calidad, ya que brinda
principios, indicadores y herramientas para hacerlo, más que cualquier otro enfoque
educativo.
El
concepto de competencia es diverso, según el ángulo del cual se mire o
el énfasis que se le otorgue a uno u otro elemento, pero el más generalizado y
aceptado es el de “saber hacer en un contexto”. El “saber hacer”,
lejos de entenderse como “hacer” a secas, requiere de conocimiento (teórico,
práctico o teórico-práctico), afectividad, compromiso, cooperación y
cumplimiento, todo lo cual se expresa en el desempeño, también de tipo
teórico, práctico o teórico-práctico. Por ejemplo, cuando alguien lee un texto
y lo interpreta (saber hacer) ejecuta una acción (desempeño) en
un contexto teórico (contenido del texto). Cuando un mecánico empírico arregla
un vehículo (desempeño) aplica un conocimiento práctico en un contexto
(situación y condiciones en que se da el desempeño) igualmente práctico.
Según
Echeverría (2001; 2002) es el “Saber y Sabor Profesional”, el cual
define estos componentes de la forma que sigue:
•
Saber o competencia técnica: conjunto de conocimientos especializados y
relacionados con un determinado ámbito profesional, que permiten dominar de
forma experta los contenidos y las tareas propias de la actividad laboral.
•
Saber hacer o competencia metodológica: saber aplicar los conocimientos
a situaciones laborales concretas, utilizando los procedimientos
más adecuados, solucionando problemas de forma autónoma y transfiriendo
las experiencias adquiridas a nuevas situaciones.
•
Saber estar o competencia participativa: conjunto de actitudes y
habilidades interpersonales que permiten a la persona interactuar en
su entorno laboral y desarrollar su profesión.
•
Saber ser o competencia personal: características y actitudes personales
hacia sí mismo, hacia los demás y hacia la propia profesión, que posibilitan un
óptimo desempeño de la actividad profesional, la cual esta esquematizada en el
siguiente gráfico.
Existen
tantas definiciones como modelos, para profundizar en este tema, exponemos
brevemente, recogidos en el siguiente cuadro, algunos modelos de competencia
representativos y que nos ayudarán a comprender un poco más acerca de ellos.
La evaluación es, quizás, el más importante de todos los procesos
involucrados en la educación, sobre todo en la educación superior, pues a
través de él se decide la suerte del estudiante. Este puede evadir, a veces con
mucha dificultad, las metodologías de enseñanza inapropiadas, pero es casi
imposible escapar de las formas evaluativas inconvenientes que usan algunos
docentes, sobre todo cuando se evalúa para controlar y decidir con base en
“ganar-perder”.
A juicio de McDonald y colaboradores, las prácticas tradicionales
de evaluación presentan los siguientes inconvenientes:
-
Se concentran sobre
aquellas materias más fáciles de evaluar, lo cual conduce a un énfasis exagerado
en la memorización y en la obtención de habilidades en los niveles más bajos.
-
Estimula a los estudiantes
a focalizar sobre aquellos tópicos que son evaluados, a expensas de los que no
lo son.
-
Los estudiantes otorgan
más importancia a las tareas cuya evaluación se requiere para obtener una
calificación, pero no así a las que no necesitan este requisito.
-
Los estudiantes adoptan
métodos de aprendizaje indeseables, influidos por las estrategias inapropiadas
de evaluación.
-
Los estudiantes muchas
veces memorizan conceptos equivocados sobre aspectos claves de las materias que
han aprobado, a pesar de lograr un buen desempeño en las evaluaciones.
-
Los estudiantes exitosos
buscan apuntes de los docentes con el fin de identificar lo que es importante
para aprobar las evaluaciones formales. En consecuencia ignoran materiales primordiales
pero no evaluables.
Agrega McDonald que como resultado de lo anterior se concluye que
los métodos de evaluación existentes pueden tener efectos completamente
opuestos a los que buscan. Afortunadamente, el tema de la relación entre competencia,
aprendizaje y evaluación ha vuelto a colocarse en el centro de la escena y es posible
mirar nuevamente los modos en que la evaluación puede complementar dos
requerimientos necesarios: evaluar la competencia y tener un efecto beneficioso
sobre el proceso de aprendizaje. Existen diferencias en cuanto a la evaluación
tradicional y la evaluación basada en competencias como se detalla en la
siguiente tabla.
La buena evaluación no supone sólo encontrar un método apropiado y
usarlo adecuadamente, pues en ella siempre se obtienen consecuencias no
buscadas. Según algunas experiencias, en determinadas circunstancias, los
estudiantes aprenden a adoptar procedimientos superficiales o mecánicos para
estudiar (tales como los basados en la memorización) y en otras asumen métodos
más profundos o significativos. Sea lo uno o lo otro, ellos están parcialmente
influidos por la naturaleza y forma de la evaluación. Por ejemplo, si tienen la
idea de que la memorización funciona en las pruebas de opción múltiple,
persistirán en esta estrategia a pesar de estar convencidos de que ella no les
beneficiará. Además, los estudiantes no responden solamente a las exigencias de
una materia en particular, ya que en el momento de una evaluación traen consigo
la totalidad de sus experiencias previas de aprendizaje y evaluación, lo cual
se extiende más allá de las materias a las que asisten en ese instante o a las precedentes
inmediatamente.
Ante las reflexiones anteriores, es pertinente preguntarse: ¿por
qué la evaluación basada en competencias? McDonald considera que un enfoque de
evaluación basado en competencias es altamente apropiado en la formación
profesional, ya que permite:
-
Asegurar que la enseñanza
y la evaluación estén al servicio de los resultados esperados, en lugar de los
cursos desarrollados o el tiempo utilizado.
-
Facilitar el otorgamiento
de créditos a las competencias adquiridas en otros lugares.
-
Ayudar a los estudiantes a
comprender claramente lo que se espera de ellos si quieren tener éxito en el
curso.
-
Informar a los empleadores
potenciales lo que significa una calificación particular.
El proceso de adquisición y/o desarrollo de las competencias en el
ámbito educativo requiere que éstas se prevean a través de logros o metas.
El logro esperado es lo que se desea obtener del estudiante en su
proceso formativo y que se expresa en el desempeño, sea éste teórico, práctico
o teórico-práctico. El logro alcanzado es el resultado, lo que ya es una
realidad. Por lo tanto, la evaluación comparará hasta dónde los logros
esperados se convierten en logros alcanzados. Los indicadores de logros son
señales, evidencias, sobre el desempeño del estudiante. Desde esta perspectiva,
¿cómo concebir la evaluación? “Evaluar es comprender”, sostiene Santos.
Pero, ¿qué comprender?
En la evaluación basada en competencias, los profesores emiten
juicios fundamentados en una variedad de evidencias que demuestran hasta dónde
un estudiante satisface los requisitos exigidos por un estándar o conjunto de
criterios. Para ello deben:
-
Establecer los criterios
de evaluación. Éstos deben detallarse suficientemente (qué evaluar, logros e
indicadores de logros, etc.) y ser familiares a los estudiantes para que ellos
puedan juzgar hasta dónde dichos criterios han sido satisfechos.
-
Decidir la evaluación con
base en la comparación entre los logros esperados y las evidencias detectadas
-
Registrar los resultados
-
Revisar los procedimientos
usados en la evaluación
Los enfoques integrales de evaluación del desempeño combinan
conocimiento, entendimiento, solución de problemas, habilidades técnicas,
actitudes y ética de la evaluación. Una evaluación integrada u holística se
caracteriza por estar orientadas a problemas, ser interdisciplinaria, cubrir
grupos de competencias, exigir habilidades analíticas y combinar la teoría con
la práctica.
La evaluación ha estado influenciada fuertemente por concepciones
centradas en el control, con el fin de vigilar y monitorear la presencia
de los estudiantes en el sistema educativo. De allí términos como “perdió”,
“ganó”, “aplazó”, “superó”, “recuperó”, “habilitó”, para referirse a los logros
de los estudiantes. Pero, ¿qué se “pierde” o “gana”, qué se “recupera” o
“habilita”? Si la disyuntiva es “ganar” o “perder”, ¿no radicará aquí la
actitud de algunos estudiantes cuando se roban los exámenes, se copian de los
compañeros durante las evaluaciones o usan los “recordatorios” o “machetes”?
¿Acaso no se estará transmitiendo subliminalmente el mensaje “ganar a cualquier
precio”, mintiendo y engañando? Desde esta perspectiva, los resultados
deficitarios se atribuyen, por lo general, a los estudiantes, quienes son
catalogados como “vagos”, “mal preparados”, “no saben leer”, “no comprenden”,
etc. Todas estas concepciones se encuentran impregnadas fuertemente en la mente
y el corazón de no pocos profesores, estudiantes y padres de familia, sin que
medie mayor reflexión sobre el profundo significado que poseen.
A través del control, la evaluación va marginado del
sistema educativo a quienes no aprueban los exámenes, permaneciendo en él sólo
aquellos que los superan, sin que se investigue seriamente qué sucede con los
estudiantes “perdedores”. Dos preguntas de grueso calibre continúan sin
clarificarse plenamente: ¿Hasta dónde existe una relación entre éxito en las
evaluaciones y éxito en el desempeño laboral? ¿Hasta dónde los resultados de
los exámenes, sobre todo escritos, ocultan otras competencias que deben poseer
los futuros profesionales?
Todas estas ideas y prácticas desdibujan la verdadera naturaleza
de la evaluación. Desde la perspectiva cualitativa la esencia de la evaluación
es comprender lo que sucede en los procesos de aprendizaje y enseñanza.
Es mucho más que un momento final del proceso formativo en el que se comprueban
los logros, es una actividad permanente, reflexiva, compartida entre
estudiantes y profesores y apoyada en evidencias de diversos tipos, no
exclusivamente los exámenes, sobre todo cuando éstos se reducen a los
denominados “primeros parciales”, “segundos parciales” y “exámenes finales”,
lenguaje y prácticas muy arraigadas en la educación superior.
Santos se refiere a las siguientes funciones de la evaluación:
-
Diagnóstico: permite conocer las ideas de los estudiantes, los errores que
cometen, las principales dificultades en que se encuentran, los logros más
importantes alcanzados. Desde luego, los profesores también debemos
autodiagnosticarnos.
-
Dialogo: escenario para reflexionar y compartir sobre la enseñanza y el
aprendizaje, en el cual intervengan los estudiantes, los profesores, las familias
y otros sectores sociales preocupados por la educación.
-
Comprensión: facilita la interpretación, argumentación y proposición de lo
que sucede en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Esta es la principal
característica de la evaluación, su valor esencial.
-
Retroalimentación: facilita la reorientación de los procesos de enseñanza y
aprendizaje. No sólo en lo referente al trabajo académico de los estudiantes,
sino también a la planificación de la enseñanza, a los contextos de aprendizaje
y al desempeño docente.
-
Aprendizaje: es un momento muy propicio para que profesores y estudiantes
detecten si las competencias y los conocimientos adquiridos, así como las
pedagogías usadas son adecuados, claros, pertinentes, significativos y
relevantes.
La evaluación cualitativa, como valoración de los logros, analiza
y verifica hasta dónde éstos se han alcanzado, hasta dónde se es competente.
Desde esta mirada, evaluar es atribuir sentido y significado a los logros e
indicadores de logros. Esta interpretación de los logros se fundamenta en
determinadas concepciones pedagógicas y en la naturaleza de los saberes y las
disciplinas.
La evaluación cuantitativa con mayor arraigo escolar muy
tradicional, más que valorar logros, comprender y detectar niveles de
desempeño, mide qué tanta información posee el estudiante, según el número
de respuestas correctas en los exámenes, sobre todo cuando se responde sin
mayor comprensión, “a punta de memoria”. La evidencia más clara de este
proceder es prohibir a los estudiantes usar fuentes y medios (textos,
calculadoras, datos, etc.) y conversar entre ellos durante los exámenes, prácticas
éstas esenciales en la vida profesional cuando se ignora algo. Se trata, nada
más ni nada menos, de una evaluación memorística, artificial, alejada del
verdadero desempeño profesional ¿Hasta dónde este tipo de evaluación refleja
las competencias intelectuales y comunicativas de los estudiantes que
posteriormente serán transferidas a la práctica profesional?
En cuanto a los promedios estadísticos, asumidos como indicadores
cuantitativos de desempeño académico, éstos distorsionan la naturaleza del
aprendizaje, del conocimiento y de las competencias. Por ejemplo, si un
estudiante X en un determinado momento alcanza una calificación de 2.5 debido
al insuficiente dominio de un tema o a la escasa habilidad para realizar un
trabajo o práctica, pero más adelante supera tales falencias y obtiene una nota
de 4.0, entonces no se puede decir que sabe “a medias” (3.25) como resultado de
promediar las dos calificaciones. Sin embargo, el estudiante “pasa” la
asignatura.
Pero, ¿qué acontece con el resto de su rendimiento académico, con
sus competencias? De persistir esta situación a lo largo de los estudios, ¿qué
ocurrirá con su futuro desempeño profesional? De allí la necesidad de saber, en
verdad, cuales son los logros de los estudiantes, por medio de unos indicadores
que comprueben la adquisición de las competencias y de los conocimientos
esperados.
Además existe lo que denominamos evaluación participativa, experimentada
con estudiantes universitarios, en la cual los juicios valorativos son
elaborados conjuntamente por los estudiantes y el profesor.
El procedimiento en la evaluación participativa puede
desarrollarse así:
-
El estudiante se
autoevalúa individualmente (autoevaluación)
-
Los estudiantes se evalúan
entre sí, organizados en grupos no mayores de cinco (cooevaluación intragrupo).
Los grupos también pueden evaluarse entre ellos (cooevaluación intergrupo).
-
El profesor evalúa
(heteroevaluación) teniendo en cuenta la autoevaluación y la cooevaluación, y
coordina el análisis e interpretación de los resultados, realizado
conjuntamente con los estudiantes.
CONCLUSONES
Con este artículo se brinda una visón amplia en cuanto a la
evaluación de la formación basada en competencias, donde los estudiantes: “interpretan
y argumentan las principales teorías psicológicas sobre el desarrollo humano”.
Al momento de evaluar tiene en cuenta el siguiente formato, tanto para la autoevaluación,
la cooevaluación (inter e intragrupo) y la heteroevaluación.
Actualmente, la forma de evaluación preponderante, casi única, es
la que realiza el profesor a los estudiantes (heteroevaluación). Pero,
¿por qué no involucrar a los estudiantes permitiéndoles que se autoevalúen y
coevalúen (unos a otros)?, en la actualidad estos procedimientos
contribuyen en gran medida a consolidar la responsabilidad y el autocontrol en
los estudiantes valores fundamentales en el ser humano para un buen desempeño
laboral y personal. Pero, ¿será que los profesores tememos perder el poder que
nos ha otorgado la evaluación para incidir en el porvenir de los estudiantes?
¿Será que no creemos en los estudiantes? Sin embargo, muchas veces sermoneamos
sobre la educación en valores como esencia de la formación integral.
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